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septiembre 28, 2015

Smart Cities

¿Realmente el “todo inteligente” nos hace más inteligentes y poderosos?

Estamos moldeando nuestras ciudades, incorporando los nuevos comportamientos, hábitos, tendencias y, ¿cómo no?, la tecnología. Nuestra intención es hacer de la ciudad un sitio cómodo para vivir y trabajar, en esto las tecnologías de información y comunicación están introduciendo grandes cambios en cómo percibimos la ciudad y qué esperamos de ella. Las llamadas ciudades inteligentes ya no son una novedad sino necesidad para optimizar en el consumo energético de todos los elementos que constituyen la ciudad, para mejorar el tráfico, relaciones entre el ciudadano y la administración e incluso entre los ciudadanos mismos.

La tecnología, por tanto, juega un papel fundamental para que todos los elementos estén interconectados y se relacionen con facilidad. La tecnología, al parecer, dota de inteligencia las cosas que nos rodean: se optimiza la climatización en los edificios, se controla la eficiencia energética en general, se reduce la generación de residuos, los asuntos administrativos se gestionan on-line. Como resultado, los ciudadanos están más contentos y se involucran más con los servicios municipales aprovechando de la comunicación bidireccional. Y son solo algunos ejemplos de lo que podemos disfrutar en una ciudad inteligente.

Una ciudad inteligente debe ser inteligente desde la visión holística. Se tiene que poder contestar a las preguntas como las que van a continuación: ¿es posible adaptar las configuraciones arquitectónicas a nuevos espacios inteligentes? – ¿qué medidas reales se ofrecen para optimizar la movilidad urbana? ¿son suficientes? – ¿podemos controlar el consumo energético y ofrecer mejoras? – ¿soporta la red de telecomunicaciones digitales la nueva demanda de la ciudad inteligente? – ¿es posible tener una conexión de datos de calidad en cualquier parte de la ciudad? – ¿qué programas y estrategias activan los lugares inteligentes?.. y muchas más… Una smart city es una macro comunidad en red que trata de hacer la ciudad más saludable y sostenible.

En este contexto también es necesario hablar de la transparencia que genera más credibilidad y confianza para el cualquier usuario de la ciudad. La posibilidad de acceder a datos transformados en datos abiertos es muy atractivo para el ciudadano porque le facilita la gestión y le ayuda en la toma de decisión. Es todo lo contrario a lo que la burocracia nos ha acostumbrado durante tantos años: lentitud, poca fiabilidad, oscurantismo de los datos públicos, resistencia a la innovación y en la implementación de la tecnología (en otras palabras, “tecnofobia”), etc. (Newsom & Dickey, 2013)

Una ciudad verdaderamente inteligente apuesta por un proceso colaborativo que es posible dentro de un diseño que prevé la relación desde arriba hacia abajo (incluso bidireccional) y nunca desde arriba hacia arriba. Esto es una muestra más que la ciudad es un “organismo vivo” en continua evolución.

¿Realmente el “todo inteligente” nos hace más inteligentes y poderosos? La ciudad inteligente es un súper núcleo con un diseño sofisticado que es capaz de autogestionarse, pero aquí precisamente reside la criticidad y vulnerabilidad de esta red. Los elementos están altamente interrelacionados centralizando toda la información lo cual es un claro beneficio para los ciudadanos. Pero se nos ha olvidado, consciente o inconscientemente, prever el impacto que esto genera. (Townsend, 2014). Los tiempos modernos, sobre todo con la imposición de la Internet y la inmediatez de acciones y cosas, aceleran el pulso y nos exigen a adaptar instantáneamente nuestro mundo urbano al entorno digital que es la prolongación del mundo real en el que vivimos. Pero hay que tener respuesta a las preguntas incómodas: ¿Hay algún plan de contingencias en caso de un colapso o caída de alguno de los elementos o de la red entera? ¿Se va a solucionar llamando al proveedor de tecnologías sin más?

También tenemos que tener en cuenta los distintos roles de usuarios que desempeñamos dentro de la ciudad: ciudadano, empresa, comercio, banco, administración… Es una perspectiva global que hay que adoptar para asegurar el buen funcionamiento de la ciudad (algo que la tecnología por sí sola no es capaz de hacer). En otras palabras, se trata de un entorno democrático que también hay que seguir conservando en una ciudad inteligente.

Para controlar algo que es inteligente tenemos que ser más inteligentes: tenemos que decir a las máquinas cómo queremos que nos faciliten la vida realizando algunas tareas o avisando sobre algo que ha pasado y ofreciendo alternativas. Pero la decisión, la tomamos nosotros – somos la ciudad y la hacemos inteligente entre todos.

Newsom, G., & Dickey, L. (2013). Citizenville. How to take the town square digital and reinvent government. NY: Penguin Press.

Townsend, A. (2014). Smart Cities: Big Data, Civic Hackers, and the Quest for a New Utopia. NY City: Norton & Company.

¿Listo para dar el siguiente paso?


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